Se nota que Sebastián Bartiromo trabaja de forma independiente, y que lo hace desde hace varios años: no tiene ataduras a la hora de hablar; tampoco parece buscar agradar con sus opiniones. Se expresa, habla, como alguien que está de vuelta; como alguien que en sus primeros años de trader se la creyó bastante. Pero se percibe, también, que se pegó más de un porrazo. Y que esto último, junto a reconocer que no es ningún Dios del mercado, lo ayudaron a mejorar, tanto como operador bursátil como a nivel personal.
Aunque lo hizo con un propósito específico, en marzo de 2018 se abrió una cuenta personal en Twitter (@Sbartiro). Desde su perfil, se describe de manera simple como un “guía turístico no autorizado de NY”. Y es que en el año 2007 se trasladó a Nueva York, Estados Unidos, a pedido de un ex Raymond James Argentina, sociedad de Bolsa en la que trabajaban ambos hasta ese momento en Buenos Aires.
Desde la red social del pajarito, desmitifica constantemente la imagen del trader millonario que opera desde playas paradisíacas, lo que implica vivir en Wall Street, la meca de las finanzas, y el relato que suelen construir tanto los políticos como los medios de comunicación locales alrededor de la deuda argentina y su negociación con los acreedores internacionales.
Habla y escribe en un lenguaje directo, coloquial; callejero. Demuestra su astucia en cada cosa que dice. Y deja entrever que sabe, por supuesto, mucho más de lo que cuenta de forma abierta, en especial respecto al origen de algunos de los fondos que le tocó operar.
De Floresta a Nueva York
Sebastián Bartiromo nació hace 43 años en el barrio porteño de Floresta. Sus padres son de típica clase media; tienen un local de venta de electrodomésticos. Es el menor de dos hermanas, una abogada y una traductora de inglés.
“Una vuelta, me quise volver a Argentina y le propuse a mis viejos manejarles el local. Le di mucha bomba; empezaron a vender un montón por Mercado Libre, hasta que lo fundí. Fue por la retención de ingresos brutos, por el impuesto al cheque y porque amplié la plantilla de empleados”, rememora.
“Es muy difícil hacer negocios en Argentina; con los impuestos te muerden en toda la cadena. Mis viejos todavía tienen el local. Aunque no venden una goma, tienen su vida ahí”, completa. Habla siempre en un lenguaje bien popular, bien de la calle.
Bartiromo tampoco tuvo éxito cuando abrió un restaurante en Nueva York. “Lo puse para tener el permiso de inversionista en Estados Unidos, pero me fue muy mal. Invertí 500 lucas. Teóricamente iba a ser revolucionario, porque era de milanesas, pero no entraba nadie. Lo mantuve abierto un año”, cuenta ahora, sentado en la pizzería Imperio del barrio Chacarita, en Buenos Aires.
Nada de lo que dice parece afectarlo de verdad. Da la impresión de ser alguien que va viviendo la vida, que acumula anécdotas, que no deja pasar las oportunidades que se le presentan.
Al finalizar el secundario, se anotó en la Licenciatura en Economía en la UBA (Universidad de Buenos Aires), aunque no la terminó. “Empecé a trabajar mientras estudiaba; es más: me faltan un par de materias. Me fui a Nueva York antes de recibirme, cosa que aún mi vieja me echa en cara”, confiesa.
De esa época estudiantil, cuenta que militó en TNT, la agrupación política que le arrebató la conducción del Centro de Estudiantes a Franja Morada, después de años de hegemonía radical. “Empecé a militar en TNT por una chica que me gustaba. Pero también porque lo seguía a Axel Kicillof (actual gobernador de la provincia de Buenos Aires); todos lo seguíamos: era el líder”, reconoce.
Sin embargo, a nivel profesional, asegura que de su paso por esa facultad solo le sirvió la “formación matemática. Era todo (John Maynard) Keynes y Ferrer. Si no te gustaba Aldo Ferrer eras un tarado”, ironiza.
Lo cierto es que mientras estudiaba la carrera de Economía entró a trabajar a “Almirante Galitis, el agente 134”, y a Nación Bursátil, señala. “Se gana mucha plata rápido trabajando en finanzas. Ganás mucha guita y perdés la noción del dinero”, describe. Y cuenta que “a los 21 años, iba a La Diosa, invitaba rondas de champagne; había perdido la noción de la guita”.
De Almirante Galitis se pasó a Raymond James Argentina, que era “la” Sociedad de Bolsa a nivel local. Hasta que un jefe suyo renunció, viajó a NYC para formar un hedge fund, y les propuso a él y “a otro pibe, porque éramos los dos más despiertos” instalarse en esa ciudad.
Ya en Estados Unidos, tiempo después se fue a trabajar a Crossroads, un fondo que manejaba acciones con base en Dallas y que había sido adquirido por Lehman Brothers. “Cuando cayó Lehman, empecé a tradear para mí”, sintetiza. Desde ese momento, hace más de 10 años ya, es un operador independiente.
Ser trader
“Todo el mundo en algún momento se la pega”, confiesa sobre la ocupación que mantiene al día de hoy. “Cuando empecé, me aguantaba toda la operatoria, pero hacés muchas cagadas. Un trader siempre tiene que tener un tutor, alguien que te ubique, que te ponga un límite, porque sino te cebás, porque ganás mucha plata fácil y rápido”, relata hoy, desde la madurez que se nota que alcanzó, tras 20 años de operar en Bolsa.
“Vas a bailar en tu auto, con pendejos que ganan mucho menos que vos -rememora sobre sus años de temprana juventud-. Pero o quebrás la cuenta comitente o pedís prestado, porque estás convencido que siempre vas a recuperar lo que perdiste. Te volvés como un adicto al juego”, dice con crudeza. Una crudeza que caracteriza cada uno de sus dichos.
“Vos quizás operás afuera, para un fondo chiquito, y venís acá a Argentina y sos considerado un genio. Pero en realidad, sos un pedorro. Ninguno de nosotros es un gran trader”, sigue disparando, a toda sinceridad.
A lo largo de la charla, Sebastián Bartiromo mira más de una vez hacia atrás en su propia historia y recuerda que en un momento de su vida, comparaba todo con el tiempo que le llevaba hacer plata en la Bolsa. “Ahora ya no: termino de operar y lo dejo ahí. Me llevó 10 años lograr eso. Hay una cosa de ego… Te va bien, te crees que sos un genio; a todos nos pasa... Hasta que algo te va mal un par de veces, y te ubican”.
“Pasa mucho que crees que los demás son unos boludos, que ni querés perder el tiempo hablando con ellos porque pensás que no entienden nada, hasta que te encontrás con gente que sabe más que vos y te tenés que callar. Después, al final, todos sabemos lo mismo. Al final de cuentas, lo que hacemos es comprar barato y vender más caro: no hay mucha ciencia. Ganás más de lo que gana un operario, por supuesto, pero tampoco es que sos millonario”, indica.
Tras 20 años de experiencia bursátil es capaz de describirse a sí mismo de una manera bien sencilla. “Me considero un trader a secas; no sirvo ni para hacer contactos ni para escribir researchs”, reconoce. Y dice hacer solo lo que sabe hacer: operar con bonos y acciones; “nada de forex, porque no conozco”. Admite que llegó a perder 100 mil dólares por haber tradeado con lo desconocido, y que por eso mismo, se comporta ahora como “un adicto recuperado: no toco nada de forex”.
Cuenta también que opera sin stop loss, aunque lo tiene siempre en la cabeza, y asegura que “en un trader, la psicología y la emoción son un 90%. Por eso, lo más importante es mantenerte neutral y no seguir a la manada. Y más si operás afuera de tu país”, completa.
“Cuando empezás a manejar mucha plata, te empieza a ir cada vez peor. Porque tenés un sistema que mientras no influyas en el precio, el precio no se mueve. De ahí que la mayoría de los traders no operen mucha plata. Cuando comprábamos en Raymond James, los demás se subían a las compras. Y lo mismo con las ventas. Algo parecido pasa hoy con los bots”, se sincera. Bartiromo se apasiona mientras habla sobre mercados.
Asegura, además, no ver “nada de finanzas, ni películas ni series; no me dejo contagiar”. Sobre su propia cartera, explica que el 80% es inversión value, de largo plazo y siguiendo la tendencia, “pero el otro porcentaje necesito operarlo. Hago trading intradía, pero pocas horas. Cuando hacés trading intradiario es todo matemático: estás mirando todo el tiempo un gráfico con velas, medias móviles, para ver cuándo entrás y salís, y tenés un margen que cumplir. Uso velas de pocos minutos para ver las tendencias y los puntos de entrada y salida. Uno tiene emociones, pero lo más importante es la experiencia de ver muchas veces el mismo gráfico”, explica.
“Cuando operás intradía, no te tiene que importar ni si dijeron el día anterior que Tesla se fundía. La Bolsa nace y muere todos los días. Todo lo previo para el intradiario no sirve. Para el largo plazo, sí, por supuesto”, enseña.
Sobre su método para operar, dice que es “bien estricto. No me importan las emociones, ni nada. Una vez que cumplí con un porcentaje, con el objetivo, dejo de operar porque el 90% de las veces que seguís, hacés cagadas. Me relajo. Hay gente que es más pasional y no lo puede evitar. Tengo un sistema, lo repito. Y después es siempre lo mismo”.
Argentina vista desde Wall Street
En marzo de 2018, cuando abrió su cuenta de Twitter, lo hizo para palpar el humor social de sus coterráneos. “Nunca tuve Facebook ni nada, pero me abrí Twitter y empecé a seguir a todos los que trabajaban en sociedades de bolsa argentinas. Ahí me cree una idea de cómo estaba el mercado: me di cuenta que estaban todos comprados en Argentina, pero de una manera irracional”, dispara.
En ese momento, Bartiromo había sido contratado por un fondo de los Estados Unidos, por recomendación de Javier Naselli, el ejecutivo de UBS que hoy es, además, padre del hijo de la vedette argentina Victoria Xipolitakis.
“No hay forma que siga subiendo si están todos comprados -continúa su relato-. Me pareció que estaba todo demasiado direccionado, hasta las encuestas... Así que lo que hicimos fue, antes de las elecciones PASO, intentar vender en bonos, que no es tan fácil. Les dije a los del fondo que en Argentina estaban todos demasiado subidos al carro de (Mauricio) Macri, y que si salía mal, nadie les iba a dar salida. Me imaginaba una caída abrupta del 10%; nunca me imaginé una caída como la que hubo en realidad”.
Las acciones y los bonos locales se derrumbaron un 50% tras las elecciones primarias de agosto, cuando la fórmula opositora Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner obtuvo una inesperada diferencia del 15% por sobre la oficialista que encabezaba el ahora ex presidente Mauricio Macri. “No podés pagar un 10% el día anterior a las elecciones, por eso digo que era irracional lo que pasaba acá. Y si ganaba Macri, tampoco podía subir mucho más el mercado”, agrega.
Según Bartiromo, desde el cepo de 2011, Argentina estaba “afuera del radar a nivel internacional. El encargado de fondos de Latinoamérica está en Brasil. Para el resto del mundo, Latinoamérica es Brasil. Cuando saltó la noticia de que no le prestaban más al gobierno (de Mauricio Macri), cuando estaba todo por explotar y empezaron a bajar los precios de los bonos, es cuando los fondos necesitan gente que les explique qué pasa, y salen a buscar a argentinos. En ese momento, no estaba siguiendo nada del país, ni siquiera acciones, entonces me abrí la cuenta de Twitter. Si yo sigo a gente de Argentina es porque me interesa operar Argentina”, asegura.
Presente y futuro
“En Nueva York, las carreras normalmente se hacen adentro de los bancos y las hacen los que tienen un perfil más político, más de contactos, y no es lo que hacen los traders. Los operadores tenemos un tope”, asevera. “En cualquier momento es todo automatizado en los grandes fondos, que son la mayoría pasivos y no les da para pagar un buen trader”, agrega.
Bartiromo huele que algo tiene que cambiar en su futuro, al menos a nivel laboral. “Como la mayoría de los fondos son pasivos, las comisiones son chicas y no requieren mucho conocimiento, por lo que están bajando los cupos para laburar. Cada vez más se pelean por eso: entre los bots y los fondos pasivos, se está limpiando el ambiente de traders. No se cómo va a estar en 10 años. Todos se preguntan lo mismo: qué va a pasar. Pero surgen empresas como Uber, que manejan mucha plata, y requieren a gente de finanzas: en vez de darle la plata a un fondo, lo invierten ellos directamente. Pero el que se prepara para ser hoy operador, no tiene lugar. En Estados Unidos, sobran los traders”, señala.
Cuando llegó a NY, Sebastián se alquiló un “studio, que no es ni siquiera un monoambiente, es peor; y me quería matar. Acá, en Argentina, se vive mejor: tenés tus amigos, tu casa, tu familia. Si lo proyectás a largo plazo, la vida es mejor allá, porque vivís mejor, pero cada tanto te querés volver. A mí me pasó a los 3 años, y en 2018 otra vez".
Ahora tiene un departamento propio de dos habitaciones allá, pero con su mujer, Sandra, una diseñadora gráfica, están planeando tener hijos y se pusieron el mes de mayo próximo como fecha ultimátum para volver a Argentina. “Moverse con un hijo es siempre más difícil”, razona. "Es muy difícil tener una familia en Nueva York; es todo muy profesional, de negocios, y solo te hacés de conocidos. Es una ciudad con un montón de extranjeros que están en la misma que vos, pero yo no tengo nada que ver con un indio, lo único que nos une es que somos extranjeros los dos", se sincera.
“Probé suerte una vez en San Francisco, de mover contactos”, cuenta. Pero fracasó en ese intento: “está lleno de pibes insoportables llenos de guita y que no te dan bola para que les manejes su plata. Andan en patineta; vos caes vestido de traje y te miran raro”, ironiza.
Bartiromo confiesa, además, que ya no le divierte mucho el trading. “A mí me gustaría enseñar educación financiera de verdad, incluso en los colegios. En este mercado tan chico, el de Argentina, no veo desafíos; no hay nada que me motive o que yo diga que quiero trabajar en tal lugar. Pero educación financiera me gustaría hacer, aunque sin cobrar. El año pasado me presenté en BYMA (Bolsas y Mercados Argentinos) para contarles sobre ese proyecto; les copó la idea pero, por ejemplo, no me quisieron dar los precios en vivo. Me llamaron más adelante, pero para invitarme a un cóctel. Ni cinco de pelota me dieron en relación al proyecto”, dispara.
“En Argentina no se sabe sobre educación financiera, y los que asesoran a los distintos gobiernos, tampoco. Por ejemplo, estuvo Toto Caputo, que sabe de finanzas, pero su función fue colocar deuda. No hay interés: cada uno hace la suya; no hay ningún proyecto de nada. Lo que no hay acá es cultura financiera; es todo defensivo. Y lo lógico es que te enseñen a operar, no qué comprar”, señala.
Por lo pronto, mientras se prepara para volver a residir en su país de origen, Sebastián Bartiromo asegura que está comprado en Argentina: "En las acciones locales está entrando plata de afuera, por lo que deberían seguir subiendo. No se hasta cuándo, pero por ahora estamos todos comprados”.
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