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La historia de Ada Mascó de Nasini: rebeldía, racionalismo lógico y la Bolsa como destino

Actualizado: 11 ene 2021



Muchas veces, las cosas no salen como la gente las planea. A veces, el destino en forma de tragedia modifica para siempre aquel rumbo inicialmente soñado. Hay ejemplos por todos lados.


Desde muy joven, Ada Mascó de Nasini fue una mujer diferente; moderna para su época. Nació en 1925; hoy tiene 95 años.


Siempre fue alguien con carácter; decidida, inteligente y con la educación como principal valor.


Le apasiona la docencia, desde chica se destacó en matemática, estudió Agrimensura, fue profesora universitaria y publicó libros sobre álgebra, geometría analítica y matemática “activa”. Pero también era y es feminista, agnóstica, anti establishment y amante de la libertad. Lo que se dice una mujer de vanguardia. Sobre todo en los años ‘50.


Tuvo cuatro hijos. Pero la vida la golpeó siendo aún muy joven: enviudó a sus 50, y tuvo que meterse a la fuerza en el mercado de capitales e imprimir cambios en su vida. Y sobre todo, provocar quizás un desvío en el camino que habrían elegido para sí mismos sus hijos mayores.


La Bolsa como destino


Horas después del fallecimiento de su marido, Ada Mascó reunió a sus dos descendientes varones para comunicarles que tendrían que seguir al frente del negocio de su padre, Alfredo Hugo Nasini, agente de Bolsa del Mercado de Valores de Rosario desde el año 1963.


“En esa época, vivíamos gracias a los ingresos de la oficina, aunque yo daba clases en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional). La muerte de Alfredo fue repentina: tuvo un aneurisma cerebral, y yo, además de pensar en cómo seguiría manteniendo a mi familia, pensé en sus clientes: alguien les tenía que decir qué iba a pasar con sus inversiones”, explica ahora ella, casi 45 años después de aquel 4 de septiembre de 1976.


Alfredo y Daniel, los dos hijos varones del matrimonio Nasini, tenían en ese momento 21 y 22 años, y casi nula experiencia bursátil. Pero aceptaron sin dudarlo: sabían que a su madre le preocupaba especialmente que sus dos hijas menores, Graciela y Andrea, pudieran continuar sus estudios e ingresar después a la Universidad. Para ese entonces, ellas eran dos adolescentes de 13 y 16 que cursaban el Secundario.


Hoy, después de más de 50 años, Nasini S.A., fundada originalmente por Alfredo Hugo, está registrada ante la CNV (Comisión Nacional de Valores) como ALyC (Agente de Liquidación y Compensación) y ACDI FCI (Agente de Colocación y Distribución Integral de Fondos Comunes de Inversión).


Basada en Rosario, la empresa familiar tiene más de 20 empleados y su actual gerente general es Lisandro Nasini, nieto de Ada e hijo de Daniel, actual presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) y dos veces titular del actual MAV (Mercado Argentino de Valores). Hasta antes de la pandemia, Ada iba todos los días a la oficina: se encargaba de atender de forma personal a los clientes más antiguos de la firma.


Con la rebeldía en la sangre


Hija de un padre anarquista nacido en Cataluña, España, y de una argentina hija de inmigrantes, Ada Mascó se crió en Hughes, un pequeño pueblo sin Iglesia de la provincia de Santa Fe; sus padres estaban casados solo por el Registro Civil: eran ateos. Sin embargo, Ada se destacó tanto en sus estudios que la becaron para asistir a una escuela, paradójicamente religiosa, de Rosario.


Una vez que se recibió de maestra normal, se anotó para estudiar Profesorado; pero le resultó demasiado esquemático. “En ese momento, el Profesorado se llamaba de Ciencia, y en mi opinión, no era muy bueno –relata-. Entonces fui un día al Departamento de Matemática de la Facultad de Ingeniería, que tenía muy buen nivel y muy buenos profesores, y me convertí en alumna oyente”.


En aquel entonces, la Licenciatura en Matemática no existía en Rosario. Pero sus compañeros, que eran todos varones, notaron su facilidad para los números, le insistieron para que se anote, e hizo la carrera de Agrimensor en 3 años: “sin título universitario no podía ser profesora universitaria de matemática y física”, explica.


En sus tiempos de estudiante universitaria, Ada mostraba un perfil diferenciador para la época: “con una compañera, decíamos que no íbamos a formar familia y que nos íbamos a dedicar a dar clases”, se ríe ahora, con cara de pícara, desde su departamento rosarino y conectada a una videollamada.


Pero en esos años asistió un día a un “asalto” y conoció a Alfredo Hugo. “Yo fui al asalto convencida que Alfredo iba por una muy amiga mía, Pilar, pero terminamos casándonos en 1952; yo tenía 27 años”, cuenta.


Lo cierto es que él era Contador Público -el único de cinco hermanos que hizo una carrera universitaria-, daba clases en un secundario a la noche y durante el día tenía una oficina “de 4x4”, desde que había comprado una acción del Mercado de Valores de Rosario y se había convertido en Agente de Bolsa.


El matrimonio había prosperado. A través de un crédito, compraron una casa más grande –durante la infancia, los cuatro hermanos compartían la misma habitación en una casa alquilada-. Pero la muerte de Alfredo Hugo lo cambió todo.


“Mamá estaba siempre buscando la vanguardia y privilegió siempre la educación”, apunta Alfredo, el mayor de los hermanos Nasini. “La educación fue su gran impronta familiar”, agrega.


Esa impronta se ve con claridad en el presente de sus cuatro hijos, que fueron al mejor secundario de Rosario: al Instituto Politécnico Superior, la escuela técnica de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Para ingresar, era necesario rendir examen.


Alfredo (hijo) es Ingeniero Electricista; hizo la carrera en solo 4 años mientras trabajaba de 6 a 13 en el sector matricería de una fábrica de bielas. Al ponerse al hombro a Nasini Bolsa, tuvo que postergar una beca que ganó para hacer un postgrado de Management en Francia. Aunque no reniega de su presente en Nasini S.A., admite que por sí mismo no hubiera elegido el negocio bursátil.


El otro varón, Daniel, fue siempre el rebelde de la casa y tenía aspiraciones ligadas a lo humanístico: estudió Psicología y Filosofía. Pero unos meses antes de morir, su padre le había dicho: “Andá; comprate un traje", y lo llevó a su oficina a trabajar con él. "Yo era muy libre. Me gustaba discutir de Filosofía en el bar Napoleón”, recuerda ahora, en aislamiento extremo desde su casa de Rosario, desde donde comanda de forma virtual a la BCR.


“Indudablemente, me hubiera dedicado a otra cosa. Lo nuestro fue una imposición por muerte. Yo quería terminar Psicología y estar más dedicado a la parte humanista”, reconoce, y se pone un poco nostálgico. Sin embargo, cuando habla de su presente como presidente de la BCR, retoma rápidamente el entusiasmo. Siempre le gustaron las relaciones públicas.


Por último, las dos hijas mujeres del matrimonio Nasini se destacan en el campo de las ciencias duras: Graciela es doctora en matemática, profesora titular de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la UNR e investigadora del CONICET. Andrea es analista universitaria de Sistemas y Licenciada en Informática. Ambas son, al igual que su mamá, feministas por naturaleza. Y se definen como socialistas a nivel político.



La casa del deber


Ada Mascó tiene hoy 9 nietos y 6 bisnietos. Aunque no lo dice explícitamente, desde afuera se lee que intenta ser con ellos menos estricta de lo que fue con sus hijos.


Años atrás, alquilaba una combi y salía con sus 9 nietos de viaje. Fueron juntos a avistar ballenas a Puerto Madryn, visitaron Temaiken y fueron a ver a Les Luthiers al teatro.


“Tuvimos una madre moderna para la época, con valores diferentes. Su prioridad fue siempre el hacer y la formación. Lo emocional no era crucial”, sintetiza Andrea.


“Era muy autosuficiente –añade-. Pero, a pesar de trabajar tanto, porque daba clases a la noche en la UTN, ella siempre estaba presente. Con mi papá laburaban los dos mañana, tarde y noche. Pero no la vivimos como madre ausente: ella estaba siempre detrás de la educación y de la casa”.

“Dentro de sus normas, nos crió con mucha libertad”, asegura Andrea. “En casa no teníamos televisión, pero por una cuestión de principios. Y para el afuera, mantenía la imagen de gente decente: no demostró ser rebelde. Siempre se cuidó de ser una mujer respetada”, describe.


“Mi casa era un matriarcado”, dispara Alfredo, y explica que ella era la que mandaba, en un lugar donde “nunca existió la religión, y hubo educación sexual libre. Fuimos educados con mucha libertad”.


La vivencia de Daniel es similar a la de sus tres hermanos. “Recuerdo a mis padres siempre trabajando. Eran muy trabajadores y muy exigentes en cuanto a los estudios. Y había que lidiar con cuatro hijos...”, reconoce.


Graciela es la única que apunta algo más, y bastante diferente: “Mamá desarmó su habitación a los 15 días que murió papá; sacó la cama matrimonial y se puso una individual”.


Esa fue su manera de pasar página. Quizás. O, al menos, de fingir que así lo hacía. Cualquier mujer la entendería: Ada Mascó seguiría siendo la madre de cuatro hijos que tenía que alimentar y sobre todo, educar.

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