La cabeza del creador-editor-redactor del cada vez más conocido dentro del ambiente bursátil “Macondo Heraldo”, no es una cabeza cualquiera.
Max, o MZ-Max, según se presenta en Twitter (la M por Maximiliano y la Z por ser la letra inicial de su apellido), tiene una de esas mentes privilegiadas que funcionan a mil, que son capaces de estar en más de un lugar al mismo tiempo, que resuelven problemas de manera constante y que, sin embargo, no suelen descuidar los detalles.
Licenciado en Administración de Empresas por la UBA (Universidad de Buenos Aires), tiene también un MBA (Maestría en Administración de Empresas) de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT); desde hace más de 8 años es gerente general de una compañía de servicios, donde tiene 240 empleados a cargo. Y es, además, un apasionado del mercado.
Max opera a diario y enseña, capacita, aunque lo hace de manera desinteresada: no recomienda “trades ni brokers”, advierte desde su perfil en la red social del pajarito. Allí, en Twitter, el creador del Macondo se llama @LaninMZ. Su cuenta tiene menos de 2 años, pero suma más de 5.000 seguidores.
Su velocidad mental se adivina de entrada, especialmente si se comparte una mesa con él: el movimiento rítmico de sus piernas, típico de una persona ansiosa e inquieta, se hace sentir, y de forma muy clara.
Obviamente, es el primero en llegar al lugar del encuentro (se anticipa), y por las dudas, abre su computadora portátil, aunque el tiempo de espera sea mínimo y ni alcance a ojearla durante toda la entrevista. Se nota que es algo que hace por costumbre, o por si ocurriera la remota posibilidad de tener un minuto libre.
Por supuesto, de vez en cuando mira el reloj: seguro está con el tiempo justo. Un tiempo que tiene planificado de antemano y que sabe muy bien cómo administrar.
Operando desde chico
“Empecé a operar en el ’92, cuando tenía 18 años, por vía telefónica, en la época del dial-up para conectarse a Internet", rememora, y sonríe mientras reproduce el ruido de esa vieja conexión a través del teléfono de línea. Ya en 1999, operaba por Patagon, un portal financiero argentino que fue pionero en permitir la compra-venta de acciones vía web.
Para esa época, trabajaba en un laboratorio. “Siempre me interesó tener mi propia plata, tener independencia económica”, relata hoy, a sus 46 años. A los 20, ya era tesorero en una empresa de telecomunicaciones italiana.
Max se expresa de manera llana, simple, casi campechana, y tiene voz de fumador: bien gruesa. Le gusta mucho el fútbol; es hincha de River Plate. También es fácil imaginarlo compartiendo asados o un café con contactos: es el típico hombre de negocios. Y en una rápida recorrida por su cuenta de Twitter salta a la vista que es una persona curiosa, y que maneja con perfección la ironía y el humor.
Perteneciente a una familia de “clase media estándar”, vivió entre los barrios porteños de Colegiales y Villa Urquiza; tiene 3 hermanos. Está divorciado de la madre de sus dos hijos: Agustín (18) y Federico (13), y desde hace varios años está en pareja con Mercedes, madre de Valentina, de 14. Ambos viven en Nuñez; la empresa donde ocupa el puesto de gerente general queda en Pilar.
“Con la crisis de las puntocom, la quiebra de Enron, la hiper (inflación) de Argentina y la crisis del Tequila (del ’94), me agarró inquietud y curiosidad por acertar un trade con los fundamentos”, reflexiona.
Hoy opera sobre todo con futuros, y trabaja con dos brokers de Estados Unidos y cuatro de Argentina. Las inversiones de largo plazo las hace fuera del país. También, intenta sacar ventaja de los desarbitrajes del mercado local de forma intradiaria.
Sobre su manera de operar, señala algo que demuestra sus años de experiencia en el rubro bursátil: “no opero cosas que no entiendo. Además, en Argentina todo es muy chico y no hay volumen”, advierte, quizás a los más desprevenidos.
“En la época de Enron no había stop loss. Me pegué un lindo palo, y ahí aprendí que hay que cubrirse siempre”, enseña.
El Macondo: una idea magistral
Quizás, el saber que pasó por dos carreras universitarias antes de optar por la que terminó siendo definitiva, ayuda a entender el nacimiento de su creación: el Macondo Heraldo, donde, con un formato que emula la hoja de un periódico, publicaba de lunes a viernes información super concisa pero a la vez muy útil sobre política, economía, resto del mundo y bursátil, entre otros temas. Toda información de gran valor para la gente de mercado, para quien busca un primer pantallazo sobre qué pasa y qué puede pasar en el día ni bien se levanta de la cama.
Antes de estudiar Licenciatura de Administración de Empresas, Max estudió Geografía y Filosofía y Letras durante dos años. También militó de forma “muy liviana” en política, aunque “salí espantado”, confiesa. Lo “hartó la rosca política” sobre todo, según relata.
Por lo demás, se declara admirador de la obra de Gabriel García Márquez, el reconocido escritor colombiano. De allí tomó el término “Macondo”.
“Le puse de nombre Macondo Heraldo porque me parece que describe bien la ridiculez de Argentina: el lugar que funciona de casualidad, un país donde todo es posible”, dice con crudeza.
En su periódico, que desde fin de diciembre tiene en modo pausa, lo que abunda es la inventiva: cada personaje que aparece en las principales noticias del día tiene su apodo, que muchas veces se apoya en características físicas o comparaciones. Por ejemplo, el actual Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, es “KLindo”; Matías Lammens es “El Falso Tinelli” y Horacio Rodríguez Larreta, “El Guasón”.
Para redactarlo, Max se levantó todos los días de 2019 a las 5:30, y lo armó siempre desde su teléfono celular, mientras llevaba a sus hijos a la escuela. “Si no es con pasión, es imposible hacer algo como el Macondo”, asegura.
Sin embargo, tras reflexionar sobre el esfuerzo que implica mantener su publicación, decidió “reperfilarla”. Aparentemente, el Macondo volvería en marzo, con otro formato, nuevo logo y menos días de la semana. Mientras tanto, en este tiempo intermedio, Max lleva publicadas unas 200 fotos en Twitter con el hashtag #MacondoPics, la mayoría connotativas de lo absurdo de la Argentina. Se huele otro cambio; o quizás otro rumbo...
El estilo del Macondo es bien como su autor: ultra sintético; el estilo propio de alguien que llega rápido a la síntesis, a lo más importante, y que despeja lo secundario con una habilidad asombrosa.
“El Macondiano medio es bastante vagoneta”, describe cuando le toca hablar del público del Macondo Heraldo y de sus seguidores en Twitter. “Se cree pícaro, piensa que se las sabe todas, aspira a pertenecer a algo que ni siquiera sabe qué es. Y aunque no lo parezca, en el fondo es confiado… Y compra fantasías… Caldo ideal para estafadores de turno, sobre todo en un país donde la justicia deja bastante que desear”, completa. “Me toman de asesor bursátil y hasta me piden por mensaje privado que les administre sus cuentas”, ejemplifica.
“Me interesa ayudar en lo que se pueda. Creo que eso es la política bien entendida”, describe su rol desinteresado de capacitación en finanzas, algo que hace muy a menudo desde su cuenta de Twitter.
“En general, el buen profesional es buena persona”, arrima como última definición. Autodefinición de alguien cuya cabeza está acá y allá, pero que no descuida, por ejemplo, a los que recién se inician en el trading y en el mundo de la Bolsa.
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